Mi vida tenía mucho sentido porque estaba realizando este tipo de investigación durante al día. Pero en las tardes y los fines de semana viajaba como colaboradora de NAMI,Alianza Nacional de Enfermedades Mentales.
Pero la mañana del 10 de diciembre de 1996, desperté para descubrir que yo misma tenía un trastorno cerebral propio: Un vaso sanguíneo explotó en la mitad izquierda de mi cerebro, y en el transcurso de cuatro horas observé a mi cerebro deteriorarse completamente en su capacidad de procesar todo tipo de información. “¡Caramba! ¡Esto es genial!” ¿Cuánto científicos del cerebro tienen la oportunidad de estudiar su propio cerebro desde adentro?
Crecí para estudiar el cerebro porque tengo un hermano al que diagnosticaron un trastorno cerebral: Esquizofrenia.
Y como hermana y más tarde como científica, quería entender por qué puedo tomar mis sueños, puedo conectarlos a mi realidad y puedo hacer mis sueños realidad.
¿Qué pasa en el cerebro de mi hermano y su esquizofrenia que no puede conectar su sueños a una realidad común y compartida por lo que en cambio se vuelven delirios?
Así que dediqué mi carrera a investigar las enfermedades mentales severas.
Me mudé de mi estado natal, Indiana, a Boston, donde trabajaba en el laboratorio de la Dra. Francine Benes, en el Departamento de Psiquiatría de Harward.
Y en el laboratorio nos preguntábamos “¿Cuáles son las diferencias biológicas entre los cerebros de los individuos que serían diagnosticados como control normal, en comparación con los cerebros de individuos diagnosticados con esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo o trastorno bipolar?”
Así que en esencia mapeábamos los microcircuitos del cerebro. ¿Cuáles células se comunicaban con cuáles células, con qué químicos, y luego, qué cantidades de esos químicos?
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La mañana de la hemorragia no pude caminar, hablar, leer, escribir ni recordar nada de mi vida. En esencia me convertí en una niña con el cuerpo de una mujer.
Si alguna vez han visto un cerebro humano, es obvio que los dos hemisferios están completamente separados entre sí.
Cuando observas el cerebro es obvio que las dos cortezas cerebrales están completamente separadas entre sí.
Los dos hemisferios se comunican entre sí a través del cuerpo calloso, que se compone de unos 300 millones de fibras axonales. Pero aparte de eso, los dos hemisferios están completamente separados. Como procesan información de manera diferente, cada uno de nuestros hemisferios piensa en cosas distintas, se interesan por cosas distintas, y me atrevo a decir que tienen personalidades muy diferentes.
Nuestro hemisferio derecho se ocupa sólo del momento presente. Solamente trata con el aquí y el ahora. Nuestro hemisferio derecho piensa en imágenes y aprende cinestésicamente mediante el movimiento de nuestros cuerpos. La información, en forma de energía, entra simultáneamente a través de todos nuestros sistemas sensoriales, y entonces explota en este enorme collage de la apariencia del momento, del gusto y del sabor de este momento, del cómo se siente y del cómo se escucha. Soy un ser de energía conectado a la energía de todo mi alrededor mediante la conciencia de mi hemisferio derecho. Somos seres de energía conectados entre sí mediante la conciencia de nuestros hemisferios derechos como una sola familia humana. Y aquí y ahora somos hermanos y hermanas en este planeta, aquí para hacer del mundo un lugar mejor. Y en este momento somos perfectos, completos y hermosos.
Mi hemisferio izquierdo, nuestro hemisferio izquierdo es un lugar muy diferente. El hemisferio izquierdo piensa de manera lineal y metódica. El hemisferio izquierdo se ocupa sólo del pasado y del futuro. Este hemisferio está diseñado para tomar ese enorme collage del momento presente y comenzar a escoger detalles, detalles y más detalles de esos detalles. Entonces categoriza, organiza toda esa información, la asocia con todo lo que hemos aprendido en el pasado y proyecta en el futuro todas nuestras posibilidades. El hemisferio izquierdo piensa utilizando el lenguaje, en ese continuo diálogo cerebral que me conecta a mí y a mi mundo interno con mi mundo externo. Es esa vocecita que me dice: “Oye, tienes que acordarte de comprar plátanos camino de cada”. “Los necesito por la mañana”. Es esa inteligencia calculadora que me recuerda cuándo tengo que lavar la ropa. Pero quizás más importante, es esa vocecita que me dice: “Yo soy”. Y en el momento en que mi hemisferio izquierdo me dice: “Yo soy”, me vuelvo separada, me vuelvo un individuo sólido y singular, separado del flujo de energía de mi alrededor, y separado de ti.
[6:27] Y esa fue la parte del cerebro que perdí la mañana de mi derrame cerebral. La mañana de la apoplejía desperté con un dolor pulsante atrás de mi ojo izquierdo. Era el tipo de dolor, dolor cáustico, como el que te da al morder helado. Y dolía y desaparecía. Y era muy inusual para mí experimentar algún tipo de dolor, así que pensé: “Ok, simplemente empezaré con mi rutina normal”. Así que me levanté y me subí a mi cardio glider, que es el aparato de ejercicios para todo el cuerpo. Me estoy moviendo en esa cosa y me voy dando cuenta de que mis manos parecen garras primitivas asiéndose de la barra. Y pensé: “Eso está raro”. Y bajé la vista hacia mi cuerpo y pensé: “Caray, soy una cosa extraña”. Era como si mi conciencia se hubiera movido de mi percepción normal de la realidad de ser quien está en la máquina teniendo la experiencia, a un espacio esotérico en el que me observo a mí misma teniendo esta experiencia.
[6:27] Y esa fue la parte del cerebro que perdí la mañana de mi derrame cerebral. La mañana de la apoplejía desperté con un dolor pulsante atrás de mi ojo izquierdo. Era el tipo de dolor, dolor cáustico, como el que te da al morder helado. Y dolía y desaparecía. Y era muy inusual para mí experimentar algún tipo de dolor, así que pensé: “Ok, simplemente empezaré con mi rutina normal”. Así que me levanté y me subí a mi cardio glider, que es el aparato de ejercicios para todo el cuerpo. Me estoy moviendo en esa cosa y me voy dando cuenta de que mis manos parecen garras primitivas asiéndose de la barra. Y pensé: “Eso está raro”. Y bajé la vista hacia mi cuerpo y pensé: “Caray, soy una cosa extraña”. Era como si mi conciencia se hubiera movido de mi percepción normal de la realidad de ser quien está en la máquina teniendo la experiencia, a un espacio esotérico en el que me observo a mí misma teniendo esta experiencia.
[7:35] Y todo era muy extraño y mi dolor de cabeza se ponía cada vez peor. Me bajo de la máquina y mientras camino por la sala me doy cuenta de que todo en el interior de mi cuerpo se ha vuelto muy lento. Y cada paso es muy rígido y muy deliberado. No hay fluidez en mi andar y estoy restringida en mi área de percepción de modo que me enfoco sólo en los sistemas internos. Y estoy en el baño preparándome para meterme a la ducha, y de hecho puedo oír el diálogo dentro de mi cuerpo. Escuché una vocecita diciendo: “Ok, músculos, ustedes se contraen, y ustedes, relájense”. Entonces perdí el equilibrio y quedé apoyada contra la pared. Veo mi brazo y me doy cuenta de que ya no puedo definir los límites de mi cuerpo. No puedo definir dónde comienzo y dónde termino, porque los átomos y las moléculas de mi brazo se mezclaron con los átomos y las moléculas de la pared. Y todo lo que podía detectar era esta energía, energía, energía. Y me pregunto: “¿Qué me pasa? ¿Qué sucede?” Y en ese momento mi diálogo cerebral, mi diálogo del hemisferio izquierdo, quedó totalmente en silencio, igual que cuando agarras un control remoto y oprimes mute. Silencio total.
[8:52] Al principio me sorprendió encontrarme en una mente silenciosa. Pero de inmediato quedé cautivada por la magnificencia de la energía a mi alrededor. Y como ya no podía identificar los límites de mi cuerpo, me sentía enorme y expansiva. Me sentía unida a toda la energía que había, y era hermoso ahí.
De repente mi hemisferio izquierdo vuelve a ponerse en línea y me dice: “¡Oye! ¡Tenemos un problema!” “Debemos conseguir ayuda”. Y yo: “¡Ah! Tengo un problema”. Y me dije: “Ok, Ok, tengo un problema”. Pero inmediatamente voy de regreso a la conciencia, y cariñosamente me refiero a este espacio como “La La Land”. Pero era hermoso ahí. Imaginen lo que sería estar totalmente desconectado de tu diálogo cerebral que te conecta con el mundo exterior. Así que estoy en este espacio y mi trabajo y todo el estrés relacionado con él habían desaparecido. Me sentía más ligera en mi cuerpo.
Imaginen: Todas las relaciones del mundo exterior y todo lo estresante de ellas habían desaparecido. Y tuve ese sentimiento de paz. ¡Imaginen lo que sería perder 37 años de carga emocional! ¡Oh! ¡Sentí euforia! Era hermoso. Y mi hemisferio izquierdo vuelve a estar en línea y dice: “¡Oye! Tienes que poner atención, debemos conseguir ayuda”. Y pienso: “Debo conseguir ayuda, debo concentrarme”.
[10:30] Salgo de la ducha y mecánicamente me visto y camino por el apartamento y pienso: “Debo llegar al trabajo” “¿Puedo conducir?” Y en ese momento mi brazo derecho queda paralizado a mi costado. Me doy cuenta… “¡Oh, Dios mío! ¡Estoy teniendo un derrame cerebral”. Y lo siguiente que me dice mi cerebro es: “¡Caramba! ¡Esto es genial!” ¿Cuánto científicos del cerebro tienen la oportunidad de estudiar su propio cerebro desde adentro?
Pero después se me ocurre: “¡Pero soy una mujer muy ocupada!” “¡No tengo tiempo para un derrame cerebral!”. Y pienso: “Ok, no puedo detener al derrame, así que haré esto una semana o dos y volveré a mi rutina. Ok”. “Así que debo pedir ayuda. Debo llama al trabajo”.
No podía recordar el número del trabajo, y recuerdo que en mi despacho tengo una tarjeta con mi número. Así que voy a mi despacho, saco una pila de siete centímetros de tarjetas de presentación. Veo la tarjeta que está encima, y aunque podía ver claramente en mi mente cómo era mi tarjeta, no podía decir si ésta era mi tarjeta o no, porque sólo podía ver píxeles. Los píxeles de las palabras se mezclaban con los píxeles del fondo y de los símbolos, y simplemente no podía distinguirlos.
[11:48] Entonces esperé a lo que llamo una oleada de claridad. En ese momento podía reconectarme a la realidad normal y podía decir esa no es la tarjeta, esa no es, esa no es. Me llevó 45 minutos bajar 2 centímetros en la pila de tarjetas. Y mientras, por 45 minutos, la hemorragia se vuelve más grande en mi hemisferio izquierdo. No entiendo los números, no entiendo el teléfono, pero es el único plan que tengo. Así que tomo el teléfono y lo coloco aquí, tomo la tarjeta, la pongo aquí y voy comparando la forma de los garabatos de la tarjeta con la forma de los garabatos en el teléfono.
Pero entonces flotaba de regreso a la “La La Land”, y al regresar no recuerdo si ya había marcado esos números. Tuve que agarrar mi brazo paralizado como a un palo y cubrir los números conforme los marcaba, para que al volver a la realidad normal pudiera decir “Sí, ya marqué ese número”.
Eventualmente marco todo el número y tomo el teléfono. Mi colega me contesta y me dice: “Gua gu gua gua gua”. Y yo pienso: “¡Dios mío, suena como un Golden Retriever!”. Y muy claro en mi mente le digo: “¿Soy Jill! ¿Necesito ayuda!” Pero en mi voz se escucha: “Gua gu gua gua”. Y pienso: “¿Dios mío, sueno como un Golden Retriever!” Y no podía, no supe que no podía hablar ni entender lenguaje hasta que lo intenté. Así él se da cuenta de que necesito ayuda y me la manda.
CEREBRO HUMANO & DELFIN
CEREBRO HUMANO & DELFIN
[13:23] Un poco después voy en la ambulancia de un hospital cruzando Boston hacia el Hospital General de Massachussets. Me encojo en posición fetal, e igual que un globo con su último soplo de aire saliéndose del globo, sentí a mi energía marcharse, sentí a mi espíritu rendirse. En ese momento supe que yo ya no era quien decidía mi vida, y que o los médicos rescataban mi cuerpo y me daban una segunda oportunidad de vivir, o quizás éste era mi momento de transición.
Como no podía identificar la posición de mi cuerpo en el espacio, me sentía enorme y expansiva, como un genio liberado de su botella. Mi espíritu se remontaba libre como una gran ballena deslizándose por un mar de euforia silenciosa.
[15:16] Nirvana. Encontré al nirvana. Y me recuerdo pensando que no había forma de que yo pudiera comprimir la enormidad de mi ser dentro de este cuerpecito diminuto. Pero entonces me daba cuenta: “¡Pero sigo viva!” “Sigo viva y he encontrado al nirvana”. “Y si he encontrado al nirvana y sigo viva, entonces todos quienes estén vivos pueden encontrar al nirvana”. E imaginé un mundo lleno de personas hermosas, apacibles, compasivas, amorosas, que sabían que podían venir a este espacio en cualquier momento, y que podían elegir deliberadamente cruzar hacia la derecha de su hemisferio izquierdo y encontrar esta paz.
[16:11] Me di cuenta de qué enorme regalo podía ser esta experiencia; qué derrame de iluminación podía ser esto para cómo vivimos nuestras vidas. Y eso me motivó a recuperarme.
Dos semanas y media después de la hemorragia, los cirujanos me operaron y sacaron un coágulo de sangre del tamaño de una pelota de golf que presionaba mis centros del lenguaje.
Me llevó 8 años recuperarme por completo.
Entonces, ¿quiénes somos? Somos la energía-fuerza vital del universo con habilidad manual y dos mentes cognitivas. Y tenemos el poder de elegir a cada momento quiénes y cómo queremos ser en el mundo. Aquí y ahora puedo cruzar hacia la conciencia de mi hemisferio derecho, donde somos: “Soy la energía-fuerza vital del universo”. Soy la energía-fuerza vital de 50 billones de hermosos genios moleculares que me constituyen, en unidad con todo lo que existe.
O puedo elegir cruzar hacia la conciencia de mi hemisferio izquierdo, donde me convierto en un individuo separado, sólido, separado del flujo, separado de ti. Soy la Dra. Jill Bolte Taylor, intelectual, neuroanatomista.
[17:45] Estos son los “nosotros” dentro de mí. ¿Cuál elegirían? ¿Cuál eligen? ¿Y cuándo? Creo que mientras más tiempo pasemos eligiendo utilizar los circuitos de profunda paz interior de nuestro hemisferio derecho, más paz proyectaremos en el mundo y más pacífico será nuestro planeta.
[18:16] Y pensé que esa era una idea que valía la pena difundir. Gracias.
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